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jueves, 24 de marzo de 2011

EL SUEÑO DEL CISNE (cuento)

¡No vayas a mirar! me decía con un susurro entrecortado. Yo, como buen caballero no miraba, aunque la curiosidad y el deseo me impulsaban, pero debía obedecer porque ese era el trato establecido.

Así habíamos pasado el último año de nuestra relación. De nuestra singular relación, cabria decir. Nos conocimos en una noche extraña y alocada de carnaval. Ella era la majestuosa reina blanca envuelta en tules y plumas, el magnifico cisne blanco con ojos negros y brillantes que había deslumbrado al taimado zorro que era yo. Y tras las risas y vueltas y el humo, las luces, el alcohol, las miradas y los descuidados roces furtivos…el amanecer nos sorprendió en la casita cercana al río: piel sobre piel, con el fuego ardiente de la noche en los corazones y las sonrisas del reconocimiento carnal, que no físico, pues en nuestra locura pasional habíamos decidido seguir siendo el cisne y el zorro enamorados..y esta zoofílica pasión nos había provocado tal placer que sin dudarlo habíamos quedado en repetir la experiencia cualquier otro día que la luna y la noche nos fueran propicias..

Así había sido, durante múltiples noches, cada una con su especial aliño y aunque no habíamos podido llegar a acostumbrarnos por lo esporádico de nuestros encuentros, si se había establecido una especie de rutina gestual que incluía miradas furtivas, tocamientos cada vez mas atrevidos, intentos de reconocer al otro, aunque sabíamos que estaba prohibido..pues esa era la condición absoluta para la permanencia en nuestros escarceos.

Hoy la curiosidad me había ganado. No podía soportar un minuto más sin saber quien era ella. Estaba tan cerca, sentía su aliento en mi rostro, sus manos en mi torso.Y rompí mi palabra: abrí los ojos. Allí estaban sus ojos mirándome…pero su voz comentaba en un susurro:

- ¡venga, doctor! el paciente está saliendo del coma…

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