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domingo, 2 de octubre de 2011

EL DESPERTAR (cuento)

Pronto volverá mi ángel. He sentido las vibraciones que me anuncian su llegada. Un leve escalofrío y la caricia fresca en alguna de las partes de mi yo, indican claramente que el gran momento ha llegado. Hace tiempo que los latidos cambiaron el ritmo sosegado de la espera por el frenético desasosiego del anhelo.

Ha pasado el tiempo del vuelo ligero, el otro estado de mi ser. La confusión de los momentos de paz y el recuerdo de su presencia, mezclados con la agitación del miedo a su no existencia. ¿Por qué dudar de su existencia? Se positivamente que siempre vuelve. Es cierto que a veces la espera se hace intolerable. La soledad me cerca, me envuelve, ocupa todos los rincones de mi ser. Y junto con ella, el miedo. Ese miserable es el causante del redoble de tambores, la sensación de ahogo, el movimiento inquieto de todas las partes de mi yo, como si cada una buscara huir de su presencia. A veces la sensación es tan intensa que algo caliente y húmedo fluye de mi ser, provocando una extraña sensación de frío posterior.

¡Aquí esta! Siento su dulce presencia en mi cuerpo. El tibio calor que me transmite mientras mueve suavemente las diferentes zonas de mi yo, presionando en unas, acariciando en otras, comunicándome con las diversas sustancias húmedas, secas, ásperas, suaves, frías o cálidas, su estado de ánimo. Hoy está intranquilo mi ángel. Un ligero temblor le delata. ¡Hay otra presencia! Siento otras caricias diferentes. Mi cuerpo se desplaza, siento su peso y el cambio de posición de algunas partes de mi ser. ¿Qué está sucediendo?

Antonio no puede saber que su madre y un voluntario de Cruz Roja le llevan en la camilla hacia su nueva residencia. Ni siquiera sabe que se llama Antonio.

No puede saberlo porque es ciego y sordo desde que nació.

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