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jueves, 28 de abril de 2016

la siesta muy bien, pero sin pasarse

Pasamos una tercera parte de nuestra vida durmiendo y esto es así porque nuestro organismo necesita diariamente realizar funciones de reparación física, corporal, cerebral y de la actividad mental, y para regular también los biorritmos, la regulación endocrina, etc.
Cada fase del sueño parece estar relacionada con una actividad, así en la fase de sueño profundo se producirían los procesos de restauración física y en la fase REM, las funciones cerebrales de fijación del aprendizaje, memoria y concentración.
Durante la infancia es primordial el que el bebé duerma bien para un adecuado desarrollo posterior. Existen estudios que indican que el déficit de sueño en los primeros 3 años de vida, ya no es recuperable después, lo que puede suponer trastornos del sueño para el resto de su vida y por tanto posibilidades de problemas de aprendizaje, del lenguaje, la concentración, incluso alteraciones en el humor, irritabilidad, timidez, baja tolerancia a la frustración, etc, Se observan en niños con trastornos del sueño más problemas de otitits, rinofaringitis y enuresis nocturna que en los que duermen bien.
En cualquier caso, la relación entre el sueño y la salud está bastante estudiada, aquí os pongo algunas entradas anteriores en las que se comentan diversos aspectos:
Un estudio recientemente publicado relaciona las siestas largas y la somnolencia diurna con un mayor riesgo de enfermedades metabólicas, lo que implica la importancia de dormir bien, con un ritmo biológico adecuado y controlar el tiempo de siesta.

Las siestas largas y la somnolencia diurna, vinculadas a mayor riesgo de síndrome metabólico
Elsevier 1 abr 2016

En concreto, las siestas durante 40 minutos o más.

Echar siestas largas o estar excesivamente cansado durante el día está asociado con un mayor riesgo de desarrollar síndrome metabólico, según concluye un estudio que se presenta en la 65th Annual Scientific Session & Expo, organizada por el American College of Cardiology.

En concreto, las siestas durante 40 minutos o más se vinculan con un fuerte incremento en el riesgo de desarrollar síndrome metabólico, un conjunto de problemas de salud como presión arterial alta, colesterol alto, exceso de grasa alrededor de la cintura y azúcar en la sangre, que elevan el riesgo de una persona para la enfermedad cardiaca. Estar muy cansado durante el día también se relacionó con mayor riesgo de síndrome metabólico.

"Echar siestas está muy extendido en todo el mundo -señala el autor principal, Tomohide Yamada, especialista en diabetes en la Universidad de Tokio, Japón-. Por lo tanto, aclarar la relación entre las siestas y la enfermedad metabólica podría ofrecer una nueva estrategia de tratamiento, especialmente ya que la enfermedad metabólica ha ido aumentando constantemente en todo el mundo".

Este meta-análisis evaluó datos de 21 estudios observacionales que implicaron a 307.237 sujetos asiáticos y occidentales y se basó en el trabajo previo de Yamada y sus colegas que relacionaba largas siestas y somnolencia durante el día a una mayor prevalencia de enfermedad cardiaca y diabetes tipo 2.

Los participantes informaron de su somnolencia durante el día, respondiendo a preguntas como: "¿Tiene un problema de somnolencia durante el día", y sus hábitos de siesta, respondiendo a cuestiones como "¿Echa una siesta durante el día" o "¿duerme durante el día?". Los investigadores compararon las respuestas de los participantes con su historial de síndrome metabólico, diabetes tipo 2 y obesidad.

Los resultados mostraron una relación en forma de J entre el tiempo dedicado a las siestas y el riesgo de síndrome metabólico. Los sujetos que dormían siesta durante menos de 40 minutos no mostraron ningún incremento en el riesgo de este trastorno, pero más allá de 40 minutos, el riesgo se elevo significativamente.

Dormir la siesta durante 90 minutos parecía aumentar el riesgo de síndrome metabólico en hasta un 50%, al igual que estar excesivamente cansado o somnoliento durante el día. Curiosamente, había un ligero descenso o disminución del riesgo de síndrome metabólico entre los que echaban una siesta durante menos de 30 minutos.

Un estudio anterior de Yamada y sus colegas, publicado en la edición de junio de 2015 de "Sleep" relacionó siestas de más de una hora a un aumento del 82% de enfermedad cardiovascular y un aumento del 27% en todas las causas de muerte. Esos datos se presentaron en la Reunión Anual de la European Association for the Study of Diabetes el pasado septiembre, mostrando que el riesgo de diabetes se elevaba en un 56% si los sujetos estaban fatigados y un 46% si dormían siestas de más de una hora.

Curiosamente, los tres trabajos mostraron una ligera disminución en el riesgo de sus respectivos trastornos cuando los sujetos echaban una siesta por debajo de una media hora, aunque Yamada considera que se necesitan más estudios para confirmar este hallazgo. La National Sleep Foundation aboga siestas de entre 20 y 30 minutos para mejorar el estado de alerta sin dejar a las personas aturdidas cuando se despiertan.

"El sueño es un componente importante de nuestro estilo de vida saludable, así como la dieta y el ejercicio -apunta Yamada--. Las siestas cortas podrían tener un efecto beneficioso sobre nuestra salud, pero aún no se sabe la fuerza de este efecto o el mecanismo por el que funciona". Aun así, los resultados demuestran una necesidad de más investigación sobre cómo los hábitos de sueño de las personas influyen en el síndrome metabólico y las enfermedades cardiovasculares.

Según Yamada, las futuras investigaciones deberían tratar de identificar los posibles beneficios cardiovasculares de las siestas cortas, así como el mecanismo por el cual las siestas largas, la somnolencia diurna y el síndrome metabólico se influyen mutuamente, y si los médicos podrían finalmente emplear los hábitos de la siesta de un paciente como un predictor de otros problemas de salud.

Aunque este estudio incluyó datos de más de 300.000 participantes, puede no ser representativo de la población mundial. Los datos también dependían de la información aportada por los participantes, en lugar de medir objetivamente el tiempo de sueño en un laboratorio o con un sistema de seguimiento del sueño.

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