Voy a poneros un articulo que me ha mandado la Nutricionista que ha empezado su trabajo en nuestra clínica, que me parece muy interesante porque desmitifica algunas prácticas que se hacen pasar por científicas y que no dudo que puedan tener alguna utilidad, pero desde luego no son ninguna panacea y si que suponen un importante coste económico.
Os lo coloco tal cual lo he recibido, con el nombre de la autora del artículo.
SALUD PÚBLICA
Las trampas del
'test' de la dieta
ALEJANDRA RODRÍGUEZ
Seguro que algún conocido le ha comentado las bondades de una dieta personalizada que le han diseñado a partir de un revolucionario análisis de sangre (muy novedoso en España) que en EEUU lleva aplicándose casi una década. Probablemente, le diga que desde que sigue este régimen individualizado ha perdido esos kilos que antes se le resistían y que, además, se encuentra mucho mejor. Incluso es posible que esta persona le anime a hacérselo porque, según proclama la publicidad del centro de medicina estética, esta prueba detecta qué alimentos intoxican nuestro organismo lentamente, minando a veces nuestra calidad de vida con manifestaciones como la psoriasis, la sinusitis, el asma, los eccemas, la urticaria, las molestias gastrointestinales, las migrañas, la celulitis, la obesidad e, incluso y según reza su web estadounidense, ataques de pánico y ansiedad. Si usted sufre alguno de estos problemas, quizá piense que no tiene nada que perder por intentar un nuevo tratamiento, salvo los 450-600 euros que cuesta, aproximadamente, la realización del test y el diseño de su carné de identidad alimentario. Sin embargo, antes de pensar en cómo reunir el dinero debe tener en cuenta que no existen datos que avalen la eficacia de este método a medio y largo plazo, que no cumple los requisitos que exige el método científico para validar los tratamientos médicos y que la mayoría de los especialistas dudan de su utilidad porque, aunque a priori no representa un riesgo severo para el paciente (al fin y al cabo, es un análisis de sangre), sus hipótesis se sustentan, fundamentalmente, en medias verdades. Según la impresión general, nos encontramos ante otro sacadineros más de entre tantos otros que han proliferado en el campo de la medicina estética; un mundo que se ha descontrolado. Los promotores del Alcat en nuestro país insisten en que el análisis no es más que una mera herramienta que el profesional debe manejar adecuadamente para confeccionar una dieta apropiada para cada paciente. También recalcan que esta controvertida prueba debe formar parte de un protocolo integral en el que es imprescindible hacer una historia clínica rigurosa para determinar si el sujeto es susceptible de beneficiarse de los resultados. «El test no es para todo el mundo y si hay quien lo anuncia para adelgazar hay que aclarar que este punto es rotundamente falso», explica Francesc Prats, director científico del Centro Inmunológico de Cataluña (CIC) el único laboratorio de análisis clínicos que, por ahora, lleva a cabo esta prueba gracias a un contrato de licencia con AMTL Corporation, empresa dueña de la patente estadounidense. El resto de centros que quieran realizar el Alcat en España deben, al menos en teoría, ser colaboradores del CIC, que trata de comprobar la solvencia profesional de los que solicitan incorporar el test a su arsenal diagnóstico. «Hemos denegado varias solicitudes de gente que no nos parecía seria, pero hay que tener en cuenta que hay mucha picaresca», apostilla Prats; ya que también cabe la posibilidad de que haya centros con pocos escrúpulos que digan que hacen el Alcat sin ser así. «Este mundillo [en referencia a la medicina estética] se ha descontrolado y, debido al impacto que el Alcat ha tenido en muchos medios de comunicación, hemos tenido que rechazar incluso a pacientes que quieren hacerse el análisis a título individual para diseñar ellos mismos la dieta que les conviene y eso no puede ser», continúa este especialista. Por su parte, la doctora Maribel Martí, nutricionista de la clínica Teknon de Barcelona, también matiza las bondades de este método aclarando, en primer lugar, que no es la panacea. «El Alcat es un análisis de citotoxicidad, es decir, evalúa la reacción celular ante ciertas sustancias alimenticias, no sirve para saber lo que engorda y lo que no a cada individuo, como piensan algunos pacientes que vienen aquí con una idea preconcebida, sino para establecer qué alimentos no nos sientan bien. Por sí mismo no vale de nada, lo verdaderamente importante es la estrategia terapéutica que se diseña a partir de sus resultados», dice. Esta especialista, que lleva dos años usando el Alcat, explica que la dieta hipocalórica, el ejercicio y el cambio de hábitos, así como una buena historia clínica y un seguimiento a largo plazo siguen siendo la base de cualquier terapia para adelgazar. La prueba de la discordia únicamente es «un arma más, no esencial, que puede ayudar a personas a las que la restricción calórica no les funciona porque sufren alguna intolerancia alimentaria». EN CONTRA. A pesar de la sensatez de todos estos argumentos, la mayor parte de los especialistas consultados por SALUD lo tienen bastante claro. Según su opinión, el Alcat debe ser tenido en cuenta, al menos por ahora, dentro del gran grupo de remedios extravagantes que proliferan en el ámbito privado para las patologías más variopintas y que adquieren un cierto éxito entre la población general gracias a una combinación infalible de circunstancias, como pacientes acuciados por trastorno de difícil tratamiento deseosos de probar cualquier cosa, profesionales con pocos escrúpulos a la hora de aplicar técnicas que, al fin y al cabo, no son dañinas, búsqueda de soluciones mágicas... Javier Aranceta, secretario general de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria, explica que la obesidad es un trastorno crónico de difícil solución y que requiere un abordaje multidisciplinar. «No depende únicamente de la dieta y hay que dejar claro que las piedras filosofales en estos casos no existen», resume. Este especialista no niega que la teoría que esbozan acerca de los cambios que se producen en los linfocitos pueda tener cierta base, pero no para tratar la obesidad y no como se plantean actualmente. En definitiva, «hay que ponerlo en cuarentena porque por el momento está fuera de la oficialidad. Todavía se desconocen muchos aspectos y además hay que tener en cuenta que todos los tratamientos y métodos médicos han de pasar por unos controles determinados por el método científico y este test no los ha pasado todavía», concluye Aranceta. En la misma línea se manifestan otros profesionales. La profesora Rosa María Ortega, del Departamento de Nutrición de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid, afirma haber visto informes de pacientes que se han practicado el análisis en los que, a fin de cuentas, se proponían dietas disociadas (basadas en no mezclar alimentos que supuestamente engordan). En infinidad de ocasiones, los especialistas han denunciado el peligro de someterse a este tipo regímenes que finalmente repercuten en un desequilibrio entre los nutrientes necesarios para que el organismo funcione correctamente. El responsable del Servicio de Alergia del Hospital La Paz, también en Madrid, el doctor Manuel Martín Esteban, se muestra muy duro ante este tipo de métodos que, según sus palabras, «repercuten negativamente en la especialidad, ya que la gente acaba desconfiando de todo». Este experto también critica el hecho de que el test Alcat no se atenga al método científico y cuestiona algunas de sus hipótesis. «Las intolerancias alimentarias no provocan sobrepeso, más bien lo contrario. Las explicaciones [que dan los promotores de la misma] son confusas, mezclan conceptos... no tienen base científica», argumenta Martín, que también se sorprende de que un test del que no hay ninguna referencia seria en la literatura científica se esté empleando con fines tan diversos. En la misma línea se sitúa Andreu Palou, profesor en la Universidad de las Islas Baleares (Palma de Mallorca). «No he escuchado opiniones convencidas de su utilidad por parte de los expertos, y tampoco he encontrado referencias científicas en las publicaciones relevantes que me resuelvan las muchas dudas que me plantea», afirma. SIN CIENCIA. En definitiva, todos estos profesionales reclaman la realización de trabajos rigurosos y amplios (tanto en la muestra de pacientes como en lo referente al plazo de seguimiento) que determinen si los cambios que parecen producirse en los linfocitos expuestos a los alimentos conflictivos repercuten realmente en una intolerancia y que esclarezcan la verdadera utilidad del test Alcat, si es que la tiene. Finalmente, otra de las patologías para las que se está tratando de aplicar este caro análisis (cuesta entre 450 y 600 euros, según quién lo lleve a cabo) es en la solución de algunos tipos de migraña inducidos por ciertos alimentos. Según el doctor Rogelio Leira, responsable de la Unidad de Cefaleas del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela, sólo un 20% de los pacientes migrañosos sufren crisis por culpa de algunas comidas, pero la razón no es alergia o intolerancia. Se sabe que hay productos, como el queso curado, los frutos secos, el vino, el chocolate... que ejercen una acción vasodilatadora que puede precipitar el dolor de cabeza en pacientes predispuestos. Pot otra parte, algunos conservantes y aditivos alimentarios tienen aminas, sustancias similares a la serotonina, un neurotransmisor relacionado con la migraña en estas personas predispuestas. «Aparte de que esto no es ninguna novedad, suele ser el propio paciente el que se da cuenta de la relación causa-efecto entre la cefalea y el producto, para eso no hace falta ningún test», explica este especialista. |
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