La pregorexia es el trastorno alimentario que conocemos como anorexia, pero referido a la mujer embarazada.
La mujer que padece este trastorno no acepta los cambios fisiológicos en su cuerpo que el embarazo conlleva y trata de disminuirlos comiendo menos de lo adecuado, haciendo más ejercicio del conveniente, incluso vomitando tras las ingestas, generalmente a escondidas de sus familiares cercanos. Aún no está incluido en el grupo de trastornos alimentarios o de la imagen corporal, pero es el equivalente de la anorexia en la embarazada.
La siguiente publicación desarrolla adecuadamente la importancia de esta patología, cada vez más frrecuente y no siempre detectada.
Alerta de la aparición de pregorexia entre embarazadas
Elsevier1 jul 2016
Es un desorden alimenticio similar a la anorexia.
El culto obsesivo y enfermizo por la imagen y el temor al aumento de peso debido a la presión social ha llegado a la embarazadas. A la bulimia y a la anorexia ahora hay que sumar otro desorden alimenticio, la pregorexia, definido como un desorden alimenticio que se padece durante el embarazo y que tiene que ver con el miedo a engordar.
No existen datos que cuantifiquen las mujeres que afectadas por este desorden, sin embargo la responsable médica de Clínicas Eva en Cataluña, la ginecóloga Fulvia Mancini, calcula que el 30% de las gestantes no aumenta de peso de forma correcta. Esto n o significa que sufran pregorexia, aunque, estudios realizados en el Reino Unido, apuntan que un 7,6% de las mujeres embarazadas a las que se estudió tenía síntomas compatibles con trastornos de la conducta alimentaria, y el 23,4% estaba muy preocupada por su peso y su figura.
Actualmente, este trastorno no está tipificado como tal en el Manual de Trastornos Mentales, ni siquiera un diagnóstico médico empleado por los especialistas. Sin embargo tiene nefastas consecuencias para la embarazada y, sobre todo, para el bebé ya que puede producir retraso mental, parálisis cerebral del bebé y hasta muerte intrauterina.
La experta recuerda que durante los nueve meses de gestación no se debe comer por dos, pero "hay que ganar un número de kilos apropiado para la propia masa corpórea". "Si esto se hace correctamente, una vez se ha dado a luz, la pérdida de peso es rápida y fisiológica, es decir, que no habrá que hacer dietas estrictas, ni pasar hambre", añade.
Así, una mujer con bajo peso es normal que gane entre 13 y 18 kilos. Sin embargo, una encinta obesa debería ganar como mucho entre 5 y 9 kilos. Para mujeres de peso normal, el estándar son de 11 a 16 kilos.
Existen unas pautas con las que identificar a quienes la padecen. Según la Dra. Mancini, se trata de mujeres que "no hablan del embarazo como si fuera real, cuentan obsesivamente las calorías, intentan siempre comer solas o se saltan las comidas, entrenan excesivamente, y pueden llegar a procurarse el vómito".
En los tres primeros meses del embarazo, estos síntomas pueden llegar a enmascararse con los propios de la gestación, que son nauseas y vómitos. Algunas mujeres presentan problemas con según qué tipo de alimentos y hasta pierden el apetito.
"Lo normal, añade, es que estas pacientes no reconozcan su problema y que, además, rechacen el tratamiento, etc. Es muy raro que admitan espontáneamente que tienen un problema de conducta alimentaria", añade.
Sobre todo, recuerda, hay que estar atentos en el caso de mujeres que hayan padecido trastornos de la conducta alimentaria, como anorexia y bulimia. "Ante cualquier cambio en la relación con la comida, la pareja o los familiares deberían ponerse en contacto con el ginecólogo o el médico de cabecera. El facultativo mismo debería sospecharlo en una paciente que no aumenta, o pierde peso, durante el embarazo", añade.
La madre puede desarrollar anemia, descalcificación ósea, baja producción de leche durante el postparto y caída de cabello, entre otros.
Las consecuencias en el feto pueden ser muy graves. Durante el primer trimestre si la paciente no toma suplementos vitamínicos, aumenta el riesgo de alteraciones del tubo neural como la espina bífida. También aumenta la tasa de aborto espontáneo.
Durante el segundo y el tercer trimestre aumenta el riesgo de parto prematuro, retraso de crecimiento intrauterino, retraso mental o parálisis cerebral, malformaciones óseas, digestivas o cardiovasculares. En casos muy graves se puede llegar a la muerte intrauterina.
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