sábado, 16 de marzo de 2019

Las modas en medicina: anti-medicina

Cada vez es mayor el número de personas y de publicaciones en redes sociales por personas o grupos de intereses que no tienen conocimientos cientificos serios (y por supuesto ningún aval de sociedades médicas o cientificas), que difunden comentarios, publicaciones, opiniones, de terapias "mágicas" o "naturales" y que generan dudas, inquietud, sospechas... en ocasiones hasta abandonos de tratamientos médicos más o menos importantes.

Esta situación está generando bastante ansiedad en muchas personas, como he podido constatar diarimente en la consulta, a la vez ocasiona un gasto económico en terapias o productos que teoricamente mejoran su salud o le curan de cualquier enfermedad, incluido el cáncer. Provoca en personas sensatas dudas sobre vacunar o no a sus hijos, hacerles una dieta de tal o cual tipo en plena etapa de crecimiento, etc.

Este hecho es cada vez  más subrrealista. Aparecen opiniones o terapias insólitas favorecidas por la gran difusión de las redes sociales, donde cualquiera puede decir la mayor barbaridad, basándose en el anonimato y la falta de una legislación que exigiera responsabilidades a los autores de daños a la salud por desinformación o publicidad engañosa.

En el siguiente artículo se hace una reflexión sobre esta situación desde una publicación seria y científica. 

La anti-medicina
Editorial Univadis  12 mar. 2019
El siglo XX es el siglo de la ciencia. El ser humano ha pasado de vivir sin luz ni electricidad, de desplazarse a pie (algunos privilegiados en carruaje), a estar conectado a móviles y tabletas, a viajar en avión y trenes de alta velocidad. Todo esto lo ha posibilitado la ciencia y en medicina, si cabe, el salto ha sido aún mayor. En España hemos pasado de una esperanza de vida que se aproximaba a los 40 años a principios del siglo XX, a duplicarla en apenas 100 años. ¿La explicación? Aguas desinfectadas, antibióticos, quirófanos estériles, vacunas, mejor alimentación, avances quirúrgicos, reanimación cardiopulmonar y soporte vital, trasplantes, inmunosupresores y un largo etcétera. 
Sin embargo, en paralelo a estos avances científicos, existe una fuerte corriente que se opone a la ciencia, en nuestro caso a la medicina. Pareciera que la ciencia se ha convertido ahora en el nuevo paradigma, en el criterio de autoridad: estoes correcto porque lo dice un Premio Nobel, o porque “se ha demostrado científicamente”. En medicina diríamos que estoes lo adecuado porque hay un ensayo clínico que lo apoya o porque se ha publicado en una revista de impacto. Dejando aparte los fraudes y las equivocaciones de la ciencia, los cuales, por supuesto, existen (también en medicina, nos ocuparemos de ello en otro Editorial), hay una fuerte corriente en contra de la autoridad de la ciencia.
El cuestionamiento de la ciencia, de la medicina, suele provenir de grupos y personas que gustan de contravenir la autoridad, el pensamiento dominante. Muchas veces es por una actitud escéptica, que bien planteada es la actitud científica pero que si carece de sustento conduce al descreimiento completo, cayendo en una especie de nihilismo social. Pero existen más motivos: pensamientos conspiranoicos (la realidad es engañosa y bajo ella hay una enorme manipulación, también en medicina); creencias naturalistas (lo natural es lo bueno y la medicina es opuesta a ello); ideas políticas y religiosas (en el anterior Editorial explicábamos cómo algunas ideas religiosas contradicen la medicina); y muchas más causas, las cuales confluyen en un lugar común: la medicina es una gran mentira y los médicos participan de esta pantomima.
Para entender mejor el movimiento anticientífico (anti-medicina), pondremos dos ejemplos, uno sobre la ciencia y otro médico. Muchas personas y grupos niegan que el hombre haya estado en la Luna o que la Tierra sea ovalada. Los que niegan que Neil Armstrong pisó la Luna en 1969 y los terraplanistas (Flat Earth Society, la Sociedad de la Tierra Plana) son inmunes a los argumentos científicos, a los hechos que muestra la ciencia: las fotos de la Tierra desde el espacio están trucadas, el alunizaje del Apolo 8 fue un montaje y más opiniones del estilo que niegan los hechos de la ciencia. 
Por si fuera poco, los movimientos anticientíficos utilizan torticeramente los argumentos que rebaten sus ideas. En el falso documental de William KarelDark Side of the Moon(2002), se explica cómo el viaje del Apolo 8 fue un engaño (el alunizaje fue rodado en un estudio por Stanley Kubrick), con testimonios falsos (entrevistas y frases sacadas de contexto) de autoridades como Richard Nixon, Donald Rumsfeld o Henry Kissinger. A pesar de que al final del documental se explica que se trata de una broma, muchos negacionistas se apoyan en este documental para defender que el hombre nunca ha pisado la Luna. Lo mismo sucede con los creacionistas (los que niegan la evolución del hombre desde el mono) o con los  terraplanistas y, como sabiamente decía Baltasar Gracián (1601-1658) en El Criticón, “No hay peor sordo que el que no quiere oír”.
Si trasladamos esta mentalidad anticientífica a la medicina, rápidamente pensamos en las vacunas y en los movimientos antivacunas. Sin entrar en detalle en sus argumentos, motivaciones y contra-argumentos, uno de sus mantras es que las vacunas producen autismo y patología neurológica. Esto parte del Caso Wakefield, cuando en 1998 el Dr. Andrew Wakefield publicó en The Lancet12 casos de niños con enterocolitis crónicas y alteraciones neurológicas, ocho de los cuales parecían estar en relación con la vacuna triple vírica. Los medios de comunicación fueron letales contra la vacuna, acrecentando los prejuicios y miedos ante la vacunación. Seis años después The Lancetreconoció que no debía haber publicado el artículo debido a fatales conflictos de interés”: el Dr. Wakefield había cometido fraude científico, falsificando datos y beneficiándose económicamente de la publicación, ya que había cobrado de los abogados que buscaban pruebas contra la vacuna. Todavía hoy la publicación del Dr. Andrew Wakefield tiene eco entre los antivacunas.
El pensamiento anti-medicina se suele apoyar en una serie de prejuicios y lugares comunes, algunos absurdos y otros con cierto sentido: 
1. Las medicinas alternativas (a la medicina científica) son altruistas y sólo buscan el bien del paciente, mientras que la medicina oficial es puro lucro. Este argumento se cae por su propio peso, ya que los movimientos anti-medicina también tienen sus propios intereses y, por ejemplo, detrás de las medicinas alternativas existen importantes intereses económicos: mueven y ganan ingentes cantidades de dinero, además sin gastar en investigación ni en innovación.
2. Uno de los principales argumentos contra la medicina científica es oponerla a lo natural. En primer lugar, es difícil definir qué es natural; por otro lado, natural no es igual a bueno (el hombre primitivo no tenía antibióticos y se moría naturalmentede un arañazo); y, por último, la medicina científica usa gran cantidad de productos naturales, eso sí, sabiendo con exactitud qué se utiliza y sus cantidades.
3. La medicina daña más que produce beneficio. En los medios no dejan de aparecer datos acerca de la iatrogenia y las muertes provocadas por la medicina, cosa que es cierta y que debemos vigilar. Por este motivo cada vez se refuerza más la seguridad del paciente: la buena medicina es aquella que valora en cada decisión los riesgos y beneficios, considerando como mejor opción aquella que ofrece mayor beneficio.
4. Los médicos son cómplices de una gran estafa millonaria. Aquí no es preciso siquiera contra-argumentar.
Los que defendemos la ciencia, la medicina basada en buenas pruebas, debemos tener presente que la mejor forma de defenderla es exigir que la medicina sea verdaderamente científica y rigurosa. Precisamente porque sabemos que en la medicina existen el fraude, los errores y que hay intereses ocultos, tenemos que ser extremadamente cuidadosos para apoyarnos en la buena ciencia. En una ciencia, en la medida de lo posible, desinteresada; lo que en medicina se traduce en una ciencia interesada sólo por el bienestar y la salud de los pacientes.

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