sábado, 27 de abril de 2013

La sexualidad tras haber padecido un infarto


Es muy frecuente el temor a sufrir un ataque cardiaco durante la realización del acto sexual, especialmente en aquellas personas que han sufrido previamente un infarto, pero no exclusivamente en este caso. Cuando se ha padecido cualquier tipo de enfermedad cardiaca, asociamos el acto sexual con un esfuerzo importante y esto genera el temor, a veces incluso la impotencia o la inhibición del deseo sexual, con lo que añadimos una pérdida de calidad de vida que no tiene razón de ser. 
En este artículo recientemente publicado se expone muy claramente que no hay porqué tener este miedo, siempre que se hayan realizado las oportunas pruebas de estrés y el especialista asegure que se puede realizar sin temor. Es importante remarcar que no hay que evitar hablar del tema sexual con el especialista, pues su consejo nos ayudará a mantener una vida más plena en todos los sentidos. 


26/04/13,11:16, Doyma JANO.es
Tras un infarto, los casos de fallecimiento durante el acto sexual ocurren en un porcentaje muy bajo 
Tras sufrir un infarto de miocardio, el paciente cardiaco se replantea sus quehaceres cotidianos y las probables secuelas que de ellos se derivan. Según asegura Javier Andrés Novales, coordinador de los servicios de Cardiología de los hospitales San Eloy (Barakaldo) y San Juan de Dios (Santurtzi), “no es ajeno a este planteamiento hacerse algunas preguntas y temores sobre la vida sexual. Para encontrar soluciones positivas es necesario despojarse de todos los tabúes o de la vergüenza que se pueda experimentar al consultar estos temas con el médico o el psicólogo”.
El Dr. Novales, que pronunció una conferencia al respecto en el foro Encuentros Con la Salud, señala que “la ausencia de actividad sexual en la pareja tras un infarto de miocardio puede ser consecuencia del miedo a la muerte durante el coito”.
“Sin embargo”, prosigue, “los casos de fallecimiento durante el acto sexual ocurren en un porcentaje muy bajo. En un estudio sobre 5.559 casos de muerte repentina por causas no traumáticas, sólo 34 se habían producido durante el coito y se debían a motivos cardiológicos. Es necesario destacar que en 27 de esas 34 relaciones, la persona fallecida estaba realizando el acto sexual con una pareja distinta de la habitual. Indudablemente, en el desenlace influye de forma significativa el nerviosismo, la mayor excitación, el sentimiento de culpa, la necesidad de quedar bien, etc."

Por otro lado, este especialista hace hincapié en que “los miedos y ansiedades que surgen con más frecuencia respecto a la vida sexual se refieren al esfuerzo físico que la actividad requiere, ya que el paciente suele tener miedo a que el coito suponga un riesgo importante para su corazón. Para tranquilidad de los enfermos, hay que decir que parece demostrado que los gastos energéticos durante el acto sexual son similares a los que requiere subir dos pisos de escaleras. La frecuencia cardiaca del coito es inferior a la que se produce durante otras actividades normales de la vida cotidiana, y el esfuerzo físico que precisa se podría calificar de moderado, lo que en principio no traería ninguna complicación”.
En lo que se refiere al momento idóneo para reanudar las relaciones sexuales, el Dr. Novales entiende que “ésta ha de retomarse tras un entrenamiento físico y psicológico adecuado y progresivo. Gracias a esta planificación se aprende a detectar cuáles son las respuestas físicas del cuerpo después de un esfuerzo. Desde un punto de vista psicológico, el entrenamiento llevará al paciente a reconocer cuáles son sus relaciones emocionales nocivas y cómo controlar estas últimas a través de métodos de respiración y relajación”.
La prueba de esfuerzo que se realiza al enfermo cardiaco tras sufrir un infarto es una buena fórmula para medir el estado de su corazón, ya que el desgaste energético que ésta requiere es superior al de la práctica sexual. El experto advierte, además, de que "uno de los problemas que se detecta frecuentemente son los estados de impotencia y de frigidez. Ambos pueden estar motivados por el tipo de tratamiento farmacológico o por la descompensación psicológica provocada por la enfermedad cardiaca. Cualquiera de las dos situaciones puede provocar síntomas de depresión susceptibles de ser tratadas por un psicólogo”.

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