Entré al bar decidido a tomar mi café como cada mañana. Sentado en la barra y tras cruzar unas palabras de cortesía con el camarero, inicié la lectura rutinaria de la prensa, mientras saboreaba el delicioso expreso y encendía el ansiado cigarrillo prohibido. Era la liturgia cotidiana y sin embargo tenía la sensación de que algo inusual estaba sucediendo. Miré los titulares del periódico con más atención. Quizás alguna noticia, no reconocida conscientemente, me provocaba la alarma, pero no la encontré. Los ruidosos usuarios del café presentaban las misma actitudes soñolientas, ensimismadas o estridentes que cada mañana. La televisión repetía con estrépito los mismos anuncios…y sin embargo la certeza de lo insólito se hacía cada vez más patente en mi interior. Miré, primero de reojo y después abiertamente, los diferentes grupos de parroquianos, sin saber lo que buscaba hasta que de pronto la vi. Mejor dicho, los vi. Unos ojos verdes, intensos, profundos, me miraban desde una mesa algo alejada y discreta. Esa mirada franca, profunda, luminosa y a la vez terrible, me dejó petrificado. No podía apartar mis ojos de los suyos. Eran el misterio insondable que anhelas conocer. El vértigo del abismo. El frío de lo irremediable. Durante unos segundos que para mi fueron la eternidad, permanecí paralizado en esa mirada. Un sudor frío me recorría la espalda. Después conseguí fijar de nuevo la atención en el diario aunque era incapaz de entender sus contenidos. Pasados unos minutos y tras consumir el cigarrillo, llamé al camarero para abonar lo debido. - Está pagado – me respondió- Una joven que acaba de salir le invitó y me dejó esta nota para usted. Busqué rápidamente con la mirada en la dirección que el camarero señalaba y aún pude distinguir a través del cristal de la cafetería las formas juveniles que resueltamente se alejaban. Salí precipitadamente al exterior, intentando alcanzarla, pero había desaparecido. La sensación de perplejidad se agudizó cuando leí su nota: “ Has tenido suerte: me caíste bien” .
En ese momento el sonido de mi móvil me devolvió a la realidad. - Hola Marcos – me decía mi amigo médico- ¡ menudo susto nos has dado! . En la radiografía que te hicimos ayer para valorar esas toses, aparecía una imagen sospechosa de cáncer de pulmón. Gracias a Dios, después confirmamos que no era tuya, sino del paciente posterior… El móvil se me cayó de la mano .
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