Hace ya muchos años, vivía una honrada familia de pescadores en una casita cercana al mar, al lado de un pequeño pueblo de la costa gallega. Quiso la mala fortuna que un día de mar embravecida, el padre que faenaba cerca de la costa, fuera arrojado al mar con tal violencia que sus compañeros no pudieron hacer nada por él, ni recuperar su pobre cuerpo para poder darle una digna sepultura.
Su mujer y un desconsolado hijo que tenían, siguieron viviendo y luchando por sobrevivir en los pequeños trabajos que podían hacer, gracias en parte a la amabilidad, casi caridad, de los vecinos de la aldea.
Pero un brumoso día de invierno, cuando el chico tenía unos 12 años, la madre se despertó muy cansada, la fiebre muy alta y una tos seca y agotadora. A pesar de la ayuda de las vecinas y amigas, pasaron los días y la mujer no mejoraba, así que se vieron obligados a llamar al médico del pueblo más cercano, aunque este era casi un lujo prohibido, pero la situación lo requería.
El doctor la visitó y tras ordenar unos remedios, con grave semblante, se dirigió al chico para explicarle que su madre estaba muy enferma y cabía la posibilidad de que un desenlace dramático se produjese en breves días.
Cuando el médico se marchó, el chico muy afligido se bajó a la playa tratando de serenarse frente al mar. No quería que su madre viese la desesperación en su rostro. Sentado en una roca, tiraba conchas y pequeñas piedrecillas al agua, mientras su alma se llenaba de la misma niebla gris que invadía léntamente la playa. El sonido de unos pasos leves en la arena le hicieron salir de su atonía. Una señora alta, delgada, vestida rigurosamente de negro, con un extraño y elegante sombrero, se acercaba lentamente por la playa.
Cuando llego a su altura, saludó: - Hola chico- Estoy buscando a una señora que vive cerca de aquí. Su marido era un valiente pescador que murió hace unos años... ¿Sabes donde vive?
El niño, poniéndose en pie, miró sorprendido a la mujer: - ¿y para que la busca? Yo soy su hijo y está muy enferma...
- Ya lo se- respondió la enigmática señora- por eso la busco, tenemos que hacer juntas un viaje…un largo viaje.
El chico la miró a los ojos, y un escalofrió recorrió su espalda. Una pregunta terrible se escapo de su boca: - ¿Tú, quien eres?
-Ya lo has adivinado- respondió la señora- soy la Muerte. He venido a recoger a tu madre, pues su tiempo ha terminado.
- No es posible!- gritó el niño temblando...¡No puedes llevarte a mi madre!..
- No tengo más remedio- contestó impasible y fría la mujer- es mi función y no puedo posponerla..pero te voy a dar unas horas para que puedas despedirte adecuadamente de ella. Volveré mañana al amanecer y tu me dirás donde vive.
Cuando el chico quiso responder, la mujer ya se alejaba lentamente por la orilla.
Volvió corriendo a casa y encontró a su madre mas postrada todavía. Apenas respiraba entre pequeños estremecimientos. Sentándose al lado de la cama, estrechó su mano y le dijo palabras tiernas en susurros durante toda la noche, mientras en su cabeza elaboraba un plan.
Al amanecer partió hacia la playa llevando en su bolsillo una pequeña botella de perfume, casi vacía.
Allí estaba esperando la sombría dama de negro.
–Hola chico, dime donde vive tu madre, que tenemos que partir ya.
- Un momento señora- contestó el chico- ¿yo como se que es verdad lo que me dices y que realmente eres la Muerte?
- Tú lo has sentido – respondió la mujer- lo soy y tengo poderes que ni imaginas.
- Si eres la Muerte podrás cambiar de sitio, de tamaño, de tiempo, cuando quieras, ¿no?
- Si, así es-
- Porque no me lo demuestras…¿Serias capaz de introducirte en este frasco tan pequeño?
- Ya lo verás!- dijo la Muerte- mientras se introducía como una sombra dentro del frasco de perfume.
- ¡Ajá!- dijo el chico, mientras tapaba rápidamente el frasco- y ahora ¿Cómo vas a salir?...
Efectivamente, dentro del frasco se veía una especie de humo negro que se agitaba furibundo, sin poder escapar.
Loco de alegría, guardó el frasco en su bolsillo y corrió hacia su casa, donde con gran sorpresa encontró a su madre levantada y arreglándose el pelo.
- ¡Madre, te has levantado tu sola!
- Si, hijo, aunque he tenido unos extraños sueños, en los que una señora venia a buscarme, me he despertado muy bien, con ganas de arreglarme y arreglar la casa, por si es cierto que viene la visita. Debes comprar comida y bebida. Avisa a nuestros vecinos, que quiero que celebremos mi recuperación.
El chico cumplió con prontitud todos los recados y celebraron una sencilla pero alegre fiesta por la milagrosa curación de la madre.
Así pasaron los días más felices de su vida, hasta que una mañana, cuando fue a la carnicería a comprar ternera, el viejo empleado le comentó:
- No tengo ternera, ni cerdo, ni cordero…¡nada, no tengo carne!..Esta pasando algo increíble que no tengo más remedio que contar, aunque me digas loco. No consigo matar a ningún animal. Lo intento una y otra vez pero el cuchillo no consigue herirles. ¡me estoy volviendo loco, no lo entiendo!
El chico muy sorprendido por lo que contaba el carnicero, marchó a la frutería, donde le explicaron algo también muy sorprendente:
- No tengo fruta, ni verduras..todo se lo han comido las moscas, los gusanos, los caracoles…intento matarlos, pero no hay manera, cada vez hay más..
Y así era…toda la tienda estaba llena de insectos.
Cuando salió a la calle se encontró con un grupo de alborotados vecinos, que indignados se dirigían a hablar con el alcalde:
- ¡Esto es increíble! – decían- las casas se nos llenan de ratones, las arañas, y otros insectos no nos dejan vivir…y lo peor de todo: no hay forma de acabar con ellos..
Sin comida y muy preocupado, el chico marchó a su casa y contó a su madre lo ocurrido. Esta se quedó muy pensativa y comentó:
- Que extraño, parece como si la muerte estuviera de vacaciones…¡ Que desastre!
- ¿Por qué dices eso, madre?..
- Claro, si ningún ser muere, todos irán creciendo más y más y no moriremos, pero no podremos vivir. Todo el mundo se llenará a rebosar de seres, que pasarán hambre, pues no podrán alimentarse, pero tampoco podrán morir, así que vivirán continuamente vagando de un lado para otro, desesperados..
El chico se quedó muy pensativo. Al cabo de unos minutos, comenzó a contar los sucesos de los últimos días, cuando se encontró con la señora de negro en la playa, y todo lo sucedido.
- Ahora lo entiendo todo- dijo su madre- y tras unos minutos de reflexión continuó: hijo mío, debes dejar que todo siga como estaba previsto. Abre esa botella y deja en libertad a la Muerte.
- Pero entonces,! tu morirás!...
- Si, y los demás seguiréis viviendo. Así debe ser, hasta que un día, la señora de negro venga también a buscarte a ti. Sin la muerte no hay vida.
Cuando el chico destapó la botella, una señora de negro con una leve sonrisa, les miró y cogiendo de la mano a su madre, comentó:
- Bien, al fin comprendiste cual es mi papel.
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